27 de febrero de 2008

Lo que el viento se llevó

Era creo que la vez número 2 que salíamos. Caminamos por Puerto Madero. Miramos cositas. El viento soplaba, era un lindo día.
No va que se me ocurre darte un havannet... Todo iba bien en nuestras vidas y nuestra caminata. El havannet estaba delicioso; llegamos a la mitad, y como mi bb va a encontra de toda física posible, sopló un viento, y pensó que el havannet se volaría, amortiguando la volada con una curva creciente exponencial para solventar el movimiento de huída de la golosina. Se ve que mi remera no se avivó y se puso en el medio(:S), muy sutilmente se quizo comer el havannet.
Resumen: Al pensar que se volava, trató de amortiguar la caída y me clavo el havannet en el hombro.

Nube de mosquitos I

¿Te acordás de la nochecita que caminábamos por Puerto Madero, y nos atacó una nube de mosquitos? No fue la única vez...

24 de febrero de 2008

The Duck (El Pato)

Nos íbamos de vacaciones a una quinta con toda mi familia y otra más. La quinta era muy rara y se llamaba "The Duck". Ya nos habían dicho que era rara la construcción, desde afuera no se veía la casa, porque estaba como en una depresión en el medio de la quinta, por lo que desde dentro de la casa, se veía como colina arriba. Bueno, llegamos a la quinta y entramos. Dejamos los autos, y empezamos a caminar a donde suponíamos que estaba la casa. Por toda la quinta estaba lleno de estatuas de patos. Patos, patos y más patos. Uno nos llamó la atención. Era de cemento, era muy parecido al pato Donald. Cuando nos acercamos, el pato nos miró y dijo: CUAC. ¡Para que! Del cagazo padre que nos pegamos nos fuimos todos corriendo colina abajo donde estaba la casa. Esta tenía dos entradas, las dos daban para el mismo lado, pero eran de distintos ambientes. Mientras yo me quedé mirando por una (la de la izquierda), los demás observaban por la otra. En eso veo venir al pato y grito: -ESTA VINIENDO POR ACÁ!!! Y el pato me grita: Como me delataste, te voy a matar. Y se va subiendo la colina. Toda la familia lo corre, menos yo, que me quedo en la casa. Suben y se pierden por el ángulo de la colina. En el fondo se veían árboles. Veo el pato que pasa de árbol en árbol y empieza a bajar y enfilar para la puerta derecha. Mis gritos no podían ser más fuertes. Me quedo duro, y veo el pato atravesar la otra puerta. Cuando lo hace, ya no era más chiquito, sino que era grande y lleno de músculos (como el piloto del Tío Rico). Corro pero es demasiado tarde, cuando me doy vuelta lo tengo a menos de 1 metro de distancia y me despierto exaltado y transpirado. Estaba en la cama mirando la pared, bendiciendo que haya terminado la pesadilla. En eso siento un CUAC a mis espaldas. Me doy vuelta, y ahí estaba el gran pato arrodillado al lado de mi cama mirándome fijo a los ojos. Vuelvo a despertarme. Esta vez veo que es de día. De mi cama podía ver hacia fuera a través de una puerta que daba al garaje. Se veía un lindo día. En eso veo entrar corriendo al pato por el garaje… UOOOOU!!! Me levanto y salgo corriendo a la cama donde estaban mis viejos gritando que viene el pato y que quería matarme. Me lanzo sobre la cama, pero mis viejos no estaban ahí. Cuando giro sobre la cama, el pato ya había saltado sobre mi, y estaba apunto de aterrizar sobre mi cuerpo, cuando vuelvo a despertarme. Ya no estaba sudado, era un nadador que acababa de salir de una pileta por lo mojado. No quise ni moverme. El miedo no se iba. La pesadilla podría no haber terminado aún. Por suerte lo había hecho.

21 de febrero de 2008

Despertar exaltado

Estábamos los dos durmiendo, una mañana más de las calurosas de Febrero. El ventilador de pie al máximo, las sábanas arrugadas a los pies de la cama, nuestros cuerpos extendidos y livianos de ropa.
Entraba la claridad matutina por la ventana, a través de las hendijas de la persiana de madera. La puerta de la pieza, como siempre, cerrada. Es la única manera de dormir toda la noche, sin sentir las pisadas ligeras de Merlín sobre nuestras cabezas revueltas.
Pero aquella mañana fue diferente. No en el sonar de la alarma de las 7 en punto, ni tampoco en el pesado movimiento del brazo de Hernán para apagar su odioso cantar. Sino en lo que siguió después.
Un ruido extraño, una voz podría decirse, desesperada, ahogada, sofocada, llegaba desde algún lugar más o menos cercano. Uno no atina a reaccionar de manera inmediata ante el primer signo atípico o anormal. Por el contrario, recuerdo que ambos volvimos a acomodarnos, sólo para estirar un poco más el momento inevitable de levantarse para empezar el día.
Pero el sonido volvió a escucharse. Y ya no se podía pensar que provenía de algún departamento vecino. Ese llamado de auxilio llegaba desde el comedor de casa. Y era el gato, sí, Merlín, el que estaba emitiendo desde su garganta toda clase de sonidos de alarma y desesperación.
¿¡Cuántas cosas supuso mi mente en esos instantes, tratando de entender que podía estar ocurriendo allá afuera!? Que si había entrado alguien en casa, con el subsiguiente repaso de si habíamos cerrado las ventanas y la puerta la noche anterior. O si se trataba de una riña con otro gato que, también pudo haberse colado por alguna ventana que por descuido dejáramos abierta. Eso era raro, siempre cerrábamos todo, no sólo para evitar la intromisión de algún hombre araña oportunista, sino también por los nocturnos visitantes voladores que, según comenta la gente del barrio, se acercan desde el parque Rivadavia para hospedarse en los tapa-rollos: los murciélagos. ¿Y si Merlín tenía rabia? Era un poco descabellada la idea, pero ateniéndose a sus gritos descontrolados y angustiosos, podía no ser tan equivocada la suposición.
Mientras esta ráfaga de pensamientos circulaba por mi mente, Hernán se acercaba a la puerta de la pieza, en tanto yo trataba de incorporarme a su lado. Y los gritos de Merlín seguían, a la par de nuestro desconcierto.
Abrir la puerta de la pieza era el siguiente paso, con el temor de que, como una pequeña fiera fuera de control, Merlín se arrojara sobre nosotros. El temor y la incertidumbre nos frenaban, pero algo había que hacer, así que, sin previo aviso, Hernán abrió la puerta. Durante el breve lapso de tiempo en que la puerta estuvo abierta, no pudimos distinguir más que la oscuridad del pasillo que nos lleva de la pieza al comedor. Le insistí a Hernán en que se ponga ropa si iba a salir, no sea que las uñas de Merlín pudieran atacar directamente sobre la piel. Así que después de cubrirnos un poco, e intercambiar algunas palabras, salimos algo atemorizados, al encuentro de nuestro gato, que no paraba de quejarse.
Y nos encontramos con Merlín atrapado en su propio juego, en su propia entretención. Su pata trasera izquierda estaba enredada en el hilo del cual pendía (claro, ya desarmamos este chiche siniestro) una pelotita de tela, con la que solía jugar Merlín. Tal fue el grado de desesperación del animal, que durante sus descontrolados movimientos con el afán de liberarse, arrojó sobre sí una de las banquetas que él mismo usa durante sus extensas siestas de la tarde.
Ya con la situación más clara, la luz prendida y la incertidumbre despejada, usando palabras dulces y serenas, Hernán trató de apaciguar al gato, y se acercó hasta arrancar el hilo del clavo en la pared, no sin una cuota de desconfianza y recelo de la acción que pudiera tomar el felino en su desesperación.
Merlín, libre al fin, salió corriendo hacia el pasillo, y ya sin gritar, se dejó cortar el resto del hilo y la pelota que aún seguían atados a su pata. Se quejó de dolor cuando lo palpamos, pero pronto se recuperó del susto y la desesperación.
Y nosotros, después del sobresalto, comprobamos que fue cierta y lógica la última suposición que expresamos en voz alta, y que nos animó a salir de la pieza para ver que era lo que estaba pasando.
Este acontecimiento mantuvo calmado a Merlín durante unas horas. Pero para cuando volvimos del trabajo, ya era el mismo Merlín de siempre, inquieto, revoltoso y juguetón.

20 de febrero de 2008

Cigarros

Para ir estrenando el blog...

Resulta que existe un tipo, un viejo, que va por ahí implantando cigarrillos en la nuca de ciertas personas. Lo pone con el filtro dentro del cráneo. En gente grande. chica... sin un motivo ni móvil aparente. La cosa es que yo mismo tengo uno implantado en la muñeca sobresaliendo hacia arriba. La gente camina y va por la vida sin darse cuenta de eso, como si yo solo pudiera verlo.
Solo lo tienen la gente que fuma y yo. Llegado un momento en la vida de las personas, aparece el viejo este, y enciende ese cigarrillo. Cuando el cigarrillo se consume, les explota la cabeza! :S
Una vez, el viejo viene hacia mi, como intentando encender mi cigarrillo, y yo le digo: EPA! ni en pedo! y me lo arranco, quedando desde adentro de mi brazo, como si fuera el tabaco del cigarro.
Una vez por la noche, estoy con mi novia en mi cama... y es como que no puedo respirar bien. Mi novia me pregunta: ¿Que pasa? y le digo: Ya se lo que hace el viejo, le respondo. A las personas que están por empezar a sufrir por algún mal del cigarrillo, sea pulmonía, sea cáncer de pulmón
el hombre les explota la cabeza, para no dejar que ellos sufran. Y ella me dice: ¿Y vos tenés eso?
NAAA! yo tengo flema!, toso, trago, y sigo durmiendo...
FIN
Turururrrruru (twilight zone) :S

Bienvenidos a Infinito Punto Rojo

Este es nuestro blog, para contar nuestras experiencias, viajes, sueños y demases. Una manera copada de mantener las cosas frescas, y compartirlas con quien quiera. Es un blog para pasar el rato, y porque no también divertirse. Pondremos también quizás, diarios de viaje, y datos útiles.